Cacatuas Clap

25/06/2018 Desactivado Por Anna Val

Siempre recordaré con nostalgia, las nocturnas redadas del Cacatuas Clap. Antro mítico por excelencia del París de los años veinte y frecuentado por la fauna más diversa de aquella clandestina sociedad parisina.

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Las noches del Cacatuas, siempre terminaban con una magistral redada por parte de la gendarmería francesa.

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Con la mirada escondida tras la buhardilla en la cual yo habitaba, podía ver como aquellos personajes de plumas y pelucas y mucho colorete, accedían al interior del club.

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Aquella noche, yo, sentía la necesidad de ser detenida.

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Me puse el esmoquin negro. Peiné con mucho interés mi rubio, ondulado y largo cabello. Pinté de exagerado color carmín mis gruesos labios. Sombreé de forma oscura mis ojos y, cómo no, Chanel Nº5.

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Cogí mi pitillera y salí al encuentro del Cacatuas Clap.

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De forma pausada crucé la calle y de forma pausada también, encendí  un cigarrillo frente a la puerta del local.

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Mis labios contornearon una sonrisa, y el portero me invitó a entrar. ¡El espectáculo estaba servido!

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Los camareros uniformados con corpiños y ligueros, vaciaban a toda velocidad las botellas de champagne en el interior de las alargadas copas de cristal. El caviar era devorado de forma sensual por los lugares más ocultos de la anatomía humana. El provocador sonido del dorado saxo, envolvía aquella escena como un transparente velo.

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De repente y de forma brusca, aquella escena se transformó en una exagerada y alocada pelea.  Alguien devoró un poco de caviar en un lugar equivocado.

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Al rato, la puerta del Cacatuas Clap se abrió; Los gendarmes en acción, y yo, ¡feliz!

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Había llegado mi momento, ¡ya podía ser detenida! La policía iba vaciando el local, la fauna esposada y al furgón.

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Tuve que insistir de forma desesperada al gendarme para que me esposara y me llevara a comisaría:

-No se preocupe. Aunque me ha costado no fijarme en usted, haré constar que jamás ha estado aquí esta noche. Tranquila madame, soy un gran admirador suyo, ¿puede firmarme un autógrafo?

-¡¡Si no me detiene, le golpearé con una botella de champagne!!

-Será todo un honor ser golpeado por la gran Marlene Dietrich.

-¡Soy una impostora!

-No se preocupe, tampoco lo mencionaré.

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Me marché muy enojada del Cacatuas Clap, a la vez que le dedicaba una sonora palabrota en un ruidoso alemán. Dándome cuenta de inmediato, que aquel individuo distaba mucho de ser un gendarme, pues seguía siendo el fiel guardián de la puerta del Cacatuas Clap. Y tal vez, aquella noche no ocurriera nada, y fruto de las ansias por ser detenida, todo lo imaginara. E incluso imaginara, que en los años veinte existiera en París un antro llamado Cacatuas Clap.

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Anna Val.