El Viaje de Ongas (I)

07/05/2021 Desactivado Por Anna Val

Un nuevo día amanecía en el estanque de Las Siete Sardinas y, a pesar de ser un día radiante, para Ongas no lo era, pues desde hacía muchos días no tenía noticias de su amigo Orma, un importante científico que trabajaba en la prestigiosa Universidad Marina de los Pingüinos Ninos, en los lejanos glaciares de los peligrosos cinco mares.

Aquella misma mañana, Ongas tomó una importante decisión: ¡iría en busca de Orma para averiguar qué le había ocurrido!

Pero antes de partir, debería hacer su equipaje y, para ello, necesitaría su maleta de pipas de calabaza en la que pondría en su interior todo lo necesario para tan largo y arriesgado viaje.

-Humm… Vamos a ver… – murmuraba mientras cogía unas tabletas de chocolate, los calcetines de colores, la bufanda de la abuela Wanda y… ¡Ah! ¡La lupa de la verdad! Era una lupa mágica, ya que en ella se reflejaba cualquier mentira que estuviese muy bien escondida.

Ongas ya lo tenía todo preparado y salió de su casa, ¡una enorme calabaza dorada! Subió a su Furgopez y emprendió su nueva aventura.

Primero atravesó el valle de las Algas Perfumadas donde vivían las hermanas Mimmy que eran unas famosas perfumistas y elaboraban los más exquisitos perfumes de todo el fondo marino.

 

Al ver a Ongas salieron rápidamente a su encuentro y él estuvo muy contento de poder saludarlas. También les contó el motivo de su viaje y la inquietud que sentía por su amigo Orma.

– ¡No te preocupes, Ongas! Seguro que a tu amigo nada malo le ha pasado –le animaron mientras daban pequeños saltos a su alrededor.

 – ¡Podrías llevarle un regalo! –sonrieron.

– ¡Oh! ¡Sí! –a Ongas le pareció una idea maravillosa.

Las Mimmy le entregaron su nuevo perfume de aroma de cacahuete y, además, le dijeron que le costaría muy barato: ¡medio mejillón! A él le pareció un precio muy razonable y compró aquel bonito frasco de perfume para obsequiar a su amigo Orma.

Se despidieron y siguió su camino atravesando las grandes colinas de coral y el estrecho túnel de arena blanca cuando empezó a sentirse algo mareado y un poco hambriento, entonces pensó que sería mucho mejor parar un rato para descansar y aprovechar para comer las suculentas tabletas de chocolate.

A lo lejos vio a un confortable pez manta, y se imaginó recostado sobre él en su mullida piel.

Aparcó el Furgopez y se acomodó sobre el gran pez mientras desenvolvía el chocolate que inmediatamente iba a comerse.

– ¿A dónde te diriges? –le preguntó el tranquilo pez manta.

-A la Universidad Marina de los Pingüinos Ninos –le respondió.

– ¡Caramba! Es un largo recorrido el que te queda todavía y esta noche habrá una fuerte tormenta, creo que sería mucho mejor que busques refugio en la taberna de los Braqui, ¡es muy peligroso viajar de noche en medio de la tempestad! –le aconsejó.

Ongas le agradeció su sugerencia preguntándole dónde podía encontrar la taberna de los Braqui.

-En el callejón de las Ostras Azules. No tiene perdida, es un callejón muy iluminado –le indicó.

Ambos se despidieron y Ongas volvió a subir al Furgopez para dirigirse al callejón de las Ostras Azules.

Continuará…


Anna Val.