El Viaje de Ongas (IX)

02/07/2021 Desactivado Por Anna Val

Mientras contemplaban atónitos aquella curiosa casa, se vieron sorprendidos por una pequeña y simpática merlucilla.

– ¡Hola!, ¿quiénes sois…?

Ellos le sonrieron y Ongas hizo las presentaciones:

– Son Ixar y Murciélago. Yo me llamo Ongas.

-Yo soy Violeta Aras –les dijo ella muy risueña, e inmediatamente acudieron los papás de Violeta; Petronilo y Petronila Aras.

-¡¡Estamos encantados de recibiros!! Vamos a prepararos la cena que debéis estar muy cansados –les dijeron.

Mientras, Violeta acompañó a la habitación de las tres literas a Ongas Ixar y Murciélago para que pudieran dejar sus equipajes.

– ¡Caray! ¡Qué pintura más bonita! –exclamó Murciélago al observar un precioso mural que colgaba de la puerta y en el que había dibujado un extraño dibujo.

-Sí, es la pirámide donde se refleja el sol. La llaman la pirámide de «La gran luz» –le respondió.

Murciélago, Ixar y Ongas quedaron maravillados por lo que Violeta Aras les acababa de contar, y mirándose entre ellos, muy sonrientes, oyeron como la abuela Anacleta gritaba: «¡A cenar!».

– Humm… – susurraba Ongas sin dejar de contemplar la humeante sopa de letras, las doradas empanadillas y la gigantesca tarta de chocolate con nueces.

Durante la cena apenas hablaron, y al terminar de engullir aquella deliciosa comida, se dirigieron muy satisfechos al salón junto al resto de la familia Aras, dejando que el «PULPOFREGAPLATOS» se encargara de recoger y limpiar los platos.

Murciélago aprovechó aquel momento de tranquilidad para preguntarles a los Aras dónde se encontraba la pirámide de «La gran luz» que habían visto dibujada en aquel mural.

.

-El abuelo Macedonio –empezó a relatar la abuela Anacleta- decía que las ruinas de la ciudad perdida las escondieron dentro de una pirámide que construyeron sobre la superficie de un gigantesco glaciar.

Dicha pirámide se construyó con extraordinarios y fantásticos minerales que tienen un gran poder, los cuales necesitan nutrirse de la energía solar para lograr que su magia protectora esté siempre activa.

Pero, lamentablemente, el calor que el sol emite a través de sus rayos es tan potente que, poco a poco, va derritiendo el hielo del glaciar desplazándolo sin rumbo por el extenso océano de los cinco mares… De ahí el nombre de «La ciudad perdida», porque nunca se sabe en qué lugar exacto puede encontrarse…

 

-Entonces, ¿el fuego no la destruyó? –preguntó patidifuso Ongas.

-No, no la destruyó del todo… Gracias a la rápida y valiente actuación de unas extrañas criaturas con cuerpo de sirena, estas lograron salvar los restos de la ciudad que el fuego no logró devorar. Y, desde entonces, ellas se encargan de custodiarla para que nada malo le ocurra – le contestó la abuela Anacleta.

-¡¡Reflejo!! –gritaron los tres comprendiendo el porqué de la aparición de aquella bella sirena en el espejo de lata de sardina en la taberna de los Braqui.

Murciélago, que era un gran periodista, sorprendió a Ixar y Ongas con una brillante deducción:

-En la Universidad Marina ha habido una invasión de pulgas de nieve. Las pulgas de nieve solo aparecen cuando la temperatura exterior es mucho más cálida de lo normal, es decir; porque hace mucho más calor de lo habitual… ¡Tal vez, la pirámide de la gran luz se encuentre en estos momentos junto a la universidad y, por lo tanto, también la ciudad perdida!

-¡¡Es verdad!! – exclamó Ixar dando un brinco.

-Entonces, ¿debemos dirigirnos directamente a la Universidad Marina? –preguntó confuso Ongas.

-Sí, amigo. Si mi olfato periodístico no me falla, ¡allí está la clave del misterio!

Continuará…


Anna Val.