Estancia en Lepanto

12/12/2018 Desactivado Por Anna Val

– Creí que nunca vendría.

– Déjese de estupideces. Ha sido usted muy insistente. Insufriblemente impertinente.

– Lo lamento madame. No quería molestarle. ¿Damos un paseo?

– No.

– Me pone usted muy nervioso, madame.

– Más nerviosa me pone usted y ver, además, que es usted también manco.

– Entonces, ¿puedo yo entender que sus nervios son producto de la envidia? Pues, con una sola mano he sido capaz de escribir una de las joyas literarias más universales.

– No, para nada. No le envidio nada de nada. Lo encuentro a usted y a su obra de muy mal gusto.

– Agradezco su crítica y su sinceridad, a pesar de sus ácidos comentarios. Debo decirle que yo la admiro y mucho.

– Ha sabido usted crear de sí misma, su propio personaje. Sus desquiciadas vivencias son dignas de ser relatadas, mi querida Niní. Y es, por esta razón, por la cual le he rogado encarecidamente que viniera a visitarme. Para preguntarle si me haría usted el honor de permitirme escribir mi próximo manuscrito, en el cual relataría su accidentada vida, madame.

– Mi instinto me advertía que usted es un autor muy presuntuoso. ¡¡Yo soy yo!! ¡¡Yo soy la inimitable Niní!! Y ¡¡sólo yo, escribiré sobre mí!! ¡Lárguese usted y su obra al otro mundo! Del que, por cierto, hace ya bastante tiempo que pasea usted por él.

– Lo lamento madame. Le ruego que acepte mis más sinceras excusas. Pues en mi ánimo, jamás estuvo el ofenderla.

– Déjese de idioteces y ¡no vuelva a comunicarse conmigo jamás!

– Una última rogatoria, madame. ¿Me hará llegar un ejemplar de su nueva obra “Niní”?

– ¡Váyase usted hacer puñetas! Es tan pesado como su densa literatura. ¡Márchese de una vez!, con sus molinos de viento, sus burros, sus doncellas y sus lanzas.

– ¡¡Niní soy yo!! Y ¡¡yo la descubrí!!

 

Anna Val