Retorno a la nada (V)

24/04/2020 Desactivado Por Anna Val

¡Salió a toda prisa de aquel camposanto! Sus pasos eran tan acelerados que tropezó, ¡cayó al suelo y bajó rodando por todo el páramo hasta topar con su casa!

Su corazón, exaltado por aquella caída, la dejó aturdida. Impidiéndole realizar ningún movimiento. Tuvo la sensación que podía morir en aquel mismo instante, pero pensar aquello le parecía de lo más absurdo, pues aquel camposanto le hizo saber que ella ya estaba muerta…

Poco a poco se fue incorporando y abrió la puerta de su casa, pero la imagen que contempló en el interior del pequeño salón, ¡la dejó mucho más trastornada que su caída! La negra soledad y el espíritu de su abuela Bonny-lee de regreso nuevamente al hogar, ¡yacían muy borrachas en ambas mecedoras!

A pesar de ello, Rosita sintió una gran alegría al ver nuevamente a su abuela y en un repentino impulso, se dirigió hacia ella mientras exclamaba:

– ¡¡Abuela, querida abuela!! – El espíritu de Bonny-lee miró a Rosita esbozando una tierna sonrisa…-

– ¡Querida Rosita, mi querida nieta…! ¡¡Por fin has regresado!! – Y ambas se fundieron en un  nostálgico abrazo para fastidio de la negra, oscura y siniestra soledad. La cual, al contemplar aquella escena, comprendió muy a su pesar, que ya nadie volvería a hacerle caso por mucho tiempo… Y decidió, que sería mucho más elegante por su parte, retirarse y regresar al pequeño baúl, salvaguardando de este modo su dignidad. Porque, aunque se llamara soledad y fuese muy oscura, tenía, eso sí, ¡una gran dignidad! –

– ¡Siéntate querida! – Le indicó Bonny-lee a Rosita mientras le servía un vaso de Whisky, Whisky escocés -.

– Y… cuéntame Rosita, ¿dónde has estado todo este tiempo? ¿Y tus hijos, mis amados bisnietos? – Rosita ante aquella disparatada pregunta, pensó que su abuela estaba mucho más borracha de lo que parecía…-

– ¿¡Hijos!? Yo no tengo hijos… abuela – se miraron muy cómplices -.

– ¡Claro! Olvidaba que tus hijos, también son hijos de la Nada. ¡Es tradición familiar! – Rosita recordó que siempre fue muy complicado entender a su abuela y mucho más ahora, que ya era un espíritu muy anciano y, además, borracho -.

– Y dime, Rosita, ¿qué ha sido de tu vida en esta larga ausencia? – Rosita Tirado le dedicó un largo y profundo suspiro a su abuela antes de responderle – .

– Exactamente no lo sé… Tan solo puedo decirte, que mi vida ha sido muy pesada. Mis vivencias se han ido desvaneciendo en un largo y cansando recorrido. Mi pesado pasado se fue cayendo por el camino, arrastrando este diminuto baúl. – la abuela Bonny-lee fijando su mirada en aquel baúl, le preguntó -.

– ¿Qué guardas en él?

– Nunca me atreví a abrirlo por si acaso… Pero puedo decirte que a veces entra y sale de él, ¡la soledad! Pero yo no le hago mucho caso, podría decirte que no le hago nada de caso. A ella le molesta, y a mí me complace – la abuela de Rosita esbozó una gran sonrisa -.

– Haces bien querida nieta, las malas compañías se vencen como todo, ¡ignorando su existencia!!

– Y tú, abuela, ¿qué has hecho en todo este largo tiempo de ausencia? – Le preguntó ansiosa Rosita por escuchar la respuesta de Bonny-lee. Respuesta que no entendería, pero en eso consistía el encanto y el placer de conversar con su abuela, ¡en no entender nada! –

– ¡Me he resguardado en esta Escocia para durar toda una eternidad, dejando a la vida que siguiera su camino y en libertad!

– Abuela, vengo del páramo y he visitado el camposanto, que, por cierto, ¡no recordaba haberlo visto jamás! Además, ¡¡alguien muy mal intencionado me ha dedicado una tumba!! ¿¡Puedes creerlo!? – Bonny-lee cerró los ojos y moviendo levemente la cabeza, respondió -.

– ¡La existencia es una gran contradicción! Cuando estamos vivos, solo deseamos morir, y cuando la muerte aparece después de desearla tanto, ¡luego queremos vivir!

– Pero abuela, ¡es que yo no he muerto!

– Ese es el problema… Siempre lo cuestionamos todo, ¡incluso nuestro propio estado!

– Entonces, ¿me estás diciendo querida abuela, que yo he muerto y no me he enterado?

– Querida Rosita Tirado, nieta mía, hija de Wilfer Tirado del país de Venezuela y de madre desconocida, ¿te preocupa el estado de tu existencia?

– Abuela…, querida abuela…, no entiendo nada…

– ¡Mucho mejor no entender nada! Porque no entender nada, ¡es entenderlo todo!

– ¿Qué quieres decir?

– Trato de hacerte comprender que jamás dejamos de existir y por esta razón, nuestra existencia es tan agotadora.

Cuando el cansancio nos aprieta, entonces nos ubicamos en aquellas tumbas tan confortables que se encuentran en el calmado camposanto y que, además, un desconocido se ha tomado la molestia de escribir nuestros nombres, y ocupamos el lugar que nos corresponde para descansar un rato. Un rato, tal vez un poco largo.

Rosita Tirado se quedó mirando a su abuela. Le gustó mucho lo que le había contado, por supuesto, sin entender nada…

FIN


Anna Val.